Sigue habiendo conflictos de convivencia entre nosotros habitantes de un pais llamado España y emigrantes que acceden a nuestra forma de vida de una manera un tanto exigente. Me refiero en general a emigrantes cuya religión es la musulmana, vengan de donde sea, no tienen por que ser Marroquíes, aunque de alguna forma son los que mas conflictos estan creando en nuestra tierra. Estamos ya bastantes hartos de tener que soportar los malos modos y las exigencias de algunos colectivos musulmanes, colectivos que en su mayoría se financian con nuestros impuestos. Estos pretenden cambiar nuestras costumbres al precio que sea y para ello no dudan en manipular y exagerar actitudes que son bien normales en nuestra sociedad avanzada. En España no hay lugar para el racismo, esto no quiere decir que haya algunos grupos de descerebrados incontrolados que actuan bajo su propia ignorancia y arremeten contra todo lo que no esta bajo su insignificante prisma cultural y social, bastante tienen para ellos que viven bajo el yugo de sus propios defectos y marginados en sus propios vicios, de todas formas nuestras fuerzas de seguridad luchan para acabar con estos grupos y su fin esta bien cerca.
Cuando los españoles vamos a un país extranjero respetamos sus leyes y sus costumbres; no pretendemos imponer las nuestras, por tanto y por reciprocidad lo que hay que hacer es cuando lleguen a nuestras fronteras hacerles firman un decálogo de respeto y de cumplimiento de nuestras normas, y hacerles saber que aqui en nuestro pais se escucha musica, se bebe alcohol, cada cual en su linea, y cada quien come lo que le apetece o lo que se puede costear, y ¡como no! se pueden llevar emblemas religiosos, las mujeres no son esclavas, tienen los mismos derechos que los hombres y pasean a la par que ellos no por detras de ellos, y que afortunadamente nuestra libertad esta mas viva que nunca y asi queremos seguir viviendo, sino estan de acuerdo me remito a un eslogan que salia en un programa de television que decia " adjunto, sirena y puerta " o lo que es lo mismo que se vayan por donde han venido y cuando se desasnen que vuelvan.
Ultimamente ha ocurrido un nuevo caso no es importante pero si toca lo que se dice los coj....... es el caso de un taxista que ha sido expedientado, pero mejor que lo lean ustedes directamente, lo escribe Alfonso Ussia y lo publica el diario la razon se titula:
El Dromedario.
Alfonso Ussía En la calle de Toledo, centro de Madrid, una mujer mora de velo completo paró un taxi. El conductor del taxi amenizaba su soledad con música. La señora musulmana le exigió que apagara la radio. «Mi religión me prohíbe oir música occidental». El taxista, amablemente, le sugirió un poco de tolerancia y respeto, si bien bajó el volumen de la radio para aliviar el pecado de la mora, mora de la morería, mora que a mis plantas lloras, como la Azofaifa de Don Mendo. Pero ella no dio su brazo a torcer. «En tiempos del Profeta no existía la radio ni estas músicas pecaminosas, y usted está obligado a complacer a sus clientes».
El taxista apagó el aparato de radio y la dama islámica sosegó el ímpetu de su particular guerra contra el infiel. Pero el taxista, lógicamente, estaba mosqueado. Existen muchos tipos de mosqueo, el descendente, el ascendente, el creciente, el menguante y el intrascendente, entre otros muchos. El del taxista era un mosqueo ascendente-creciente, un mosqueo callado, un mosqueo de muy complicada superación. El mosqueo educado es más peligroso que el arrebato colérico momentáneo, porque se desarrolla en el ánimo a medida que pasan los minutos. Así que el taxista, aprovechando un semáforo en rojo, descendió del taxi, rodeó el vehículo, abrió la puerta derecha trasera e invitó a la medieval mujer a abandonar el coche de servicio público con estas palabras. «En tiempos del Profeta tampoco había taxis. Así que busque un dromedario para que le lleve a su destino». La soliviantada musulmana amenazó con una denuncia. Y cumplió la amenaza. Hoy, el taxista está expedientado por «falta de atención a un cliente». Y hasta aquí podíamos llegar.
Nada tengo contra los inmigrantes árabes o magrebíes. Pero sí con los que llegan a una España que los acoge para que ellos correspondan la cortesía con la grosera imposición de sus costumbres, de sus creencias y de sus normas de la Edad Media. Si esta señora le hubiera dicho al taxista que apagara la radio porque le dolía la cabeza, o se sentía mal, o simplemente porque no deseaba oir música durante el trayecto, el taxista la habría apagado inmediatamente. Pero no. Llegan a una casa ajena y en lugar de agradecer la hospitalidad, se lían a bofetadas con su anfitrión. Escribí días atrás del colegio público de Tarragona en el que los niños musulmanes han prohibido a los colegiales españoles los bocadillos de jamón, chorizo o salchichón en los recreos. Y los responsables del colegio han valorado más la imposición de los niños musulmanes que la libertad de los españoles para llevar de su casa los bocadillos que se les antoje. Cualquier día nos van a poner a todos mirando a La Meca. La intolerancia del Medievo en la civilización occidental del siglo XXI sale siempre triunfante, por su violencia y su exclusión. Si los musulmanes rechazan todo lo que no existía en los tiempos del Profeta, que retornen a sus países y vivan de acuerdo con los adelantos que disfrutaban en los tiempos del Profeta. Sucede que la demagogia barata del buenismo en algunos sectores de la izquierda española apoya sus exigencias del siglo XI. Los que protestan por la presencia de crucifijos y vejan, humillan y hieren los sentimientos religiosos de los cristianos no se atreven con Alá, Mahoma y las mezquitas. Los cristianos no matan, y el humanismo cristiano es el fundamental sostén intelectual, artístico y social de la civilización occidental. El taxista, sin saberlo, ha representado a esa civilización avanzada y agredida. No respondió con violencia. Se limitó a recomendar a quien le había violentado que buscara un dromedario, como en los tiempos del Profeta.
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