viernes, 14 de septiembre de 2012

Yo Desprecio


No perderé el tiempo tratando de convencer a un enfermo adoctrinado durante años en el odio a España, al que años de pedagogía nacionalista han hecho interiorizar el mantra de que España le roba, de que España le niega sus derechos, de que España encarna todos sus males. No voy a perder el tiempo con ellos. Yo no creo en la majadería de que hablando se entiende la gente. Yo no creo en el valor de la palabra cuando te enfrentas a un talibán, a un muyahidin, a un batasuno o a un charnego resentido con su origen. Yo no creo que se pueda adelantar nada hablando con esta gente.

Yo no creo en quimeras secesionistas. Quiero a España y desprecio profundamente a quien quiera romperla, trocearla, vejarla… Quiero vivir con este sentimiento de desprecio hacia ellos. Nadie puede imponerme a quién tengo que despreciar ni a quien debo querer o respetar. Nadie puede obligarme a que calle ante el cúmulo de cosas que han alimentado mi desprecio y el de muchos.
Desprecio a los políticos españoles que pactaron una Constitución difusa y ambigua que está siendo la causa de todos nuestros males y la tea incendiaria que ha hecho arder un edificio que no es nuestro ni de ellos, sino de todos los españoles que nos precedieron y de todos los que nos sucederán.
Desprecio que el derecho a la vida, ni el derecho al honor, ni el derecho al trabajo, ingredientes del bien común, se encuentren protegidos por este sistema.
Desprecio a esos sindicatos parasitarios y a esos empresarios voraces que hablan de todo menos de la ética del trabajo y del interés social de la producción. Desprecio a este sistema que nos ha dado desencanto, pesimismo, inseguridad y desesperanza que antes, evidentemente, no existían.
Desprecio a toda la gente que no se pregunte si la causa de sus problemas es debido a la puesta en marcha de una filosofía política que la experiencia ya ha demostrado que se halla reñida con el bien común.
Desprecio la telebasura y a todos los que en nombre del arte exigen ser subvencionados cuando no hay espectáculo artístico, o el espectáculo artístico es detestable.
Desprecio a los que han permitido que con dinero de todos se fomente el odio a España en las escuelas vascas y catalanas, inculcando a los menores toda suerte de taras y de prejuicios que hoy ya son imposibles de erradicar.
Desprecio el conformismo de los españoles. Sentirse a gusto en un vagón, aún cuando no haya máquina que lo arrastre o cuando la máquina nos lleva al abismo, es señal inequívoca de cretinismo mental, de ligereza o de vocación de suicidio.
Desprecio a los que debiendo hacerlo no defienden el derecho a la vida. Desprecio a esos jueces españoles que dictan resoluciones que nadie sensatamente comprende. Desprecio a esos legisladores que dictan leyes pensando más en ellos que en nosotros. Desprecio el ambiente de corrección política que nos han impuesto; que no pueda hablarse del derecho al honor porque diariamente se difama; que no pueda hablarse del derecho de propiedad privada, cuando ésta se confisca a través de bandas organizadas de okupas, protegidos y amparados por las leyes. Desprecio a los políticos que justifican el asalto a los supermercados y en cambio mandarían encarcelar a quien asaltara sus sedes políticas y sindicales.
Desprecio a los periodistas que hablan del derecho a la libertad de expresión, cuando trabajan para medios comprados con fondos reptiles. Desprecio a quienes toleran manifestaciones en las que se exalta a los terroristas y a los sediciosos, y en cambio prohíben manifestarse a los que que se oponen a los ultrajes hechos a la patria por los separatistas y sus cómplices.
Desprecio a los que me llaman racista por oponerme a que mi país se llene de ilegales; a los que me llaman insolidario por reivindicar el bienestar de los españoles antes que el de los de fuera; a los que me llaman fascista por presumir de mis símbolos y reivindicar la memoria de quienes entregaron sus preciosa vidas por dejarnos una España mejor que la que ellos conocieron. Desprecio a los que me llaman alarmista por advertir del riesgo gravísimo de que se rompa la unidad histórica de España.
Desprecio a los que me piden ser tolerante con los que vejan, humillan y masacran a sus mujeres en nombre de un dios violento y sediento de sangre.
Desprecio a las que se autoproclaman feministas cuando nunca antes había estado tan degradada la condición femenina. Desprecio a todas esas autonomías que se aparan en una Constitución que establece dos principios que son contradictorios; por una parte, habla de nación indivisible, y por otra parte, de nacionalidades que hoy públicamente se exaltan por quienes ejercen el poder en ellas como si fueran estados independientes.
Desprecio a los representantes del Estado que han abandonado a su suerte a quienes en Cataluña se sienten españoles y pretenden ejercer esa condición utilizando la lengua de todos.
Desprecio a los que me hablan de la dignidad humana cuando la dignidad humana está siendo pisoteada de manera sistemática por el sistema.
Desprecio a esa jerarquía católica que está más preocupada por no pagar el IBI que por la voracidad fiscal que está empobreciendo a sus fieles.
Desprecio a esa misma jerarquía católica española que ha abandonado a su suerte a sus fieles y navega por los mares del buenismo. Temerosa de los templos vacios, aspira a mantener clientela mediante inmigrantes, de forma que tiende a apostar por una inmigración descontrolada, que a través de un falso humanitarismo, genera y alimenta conflictos, empezando por los económicos, a través de las llamadas ayudas sociales, que son insostenibles.
Desprecio a quienes me piden dinero para alimentar a quienes no aceptan nuestras costumbres y pretenden reemplazarla por las de ellos. Desprecio a quienes me dicen que el islam predica la paz cuando miles cristianos están siendo asesinados con gran crueldad por los musulmanes en Nigeria, en Egipto, en Pakistán, en Iraq. En Sudán han perpetrado un genocidio. En Arabia Saudí está prohibida toda simbología y práctica cristiana. Desprecio a los católicos que callan ante estos terribles atropellos y que, lejos de la comunión de los santos, practican el silencio de los corderos.
Desprecio a quienes me cuentan que deje la solución a mis problemas en manos de dos partidos cuyos dirigentes representan lo peor y más abyecto de la condición humana.
Desprecio a los que pretenden convertir el relativismo antropológico en certeza científica y que defienden que un soneto de Shubert tiene el mismo valor artístico que una danza masai.
Desprecio a los que han convertido la enseñanza en un instrumento para el adoctrinamiento ideológico de nuestros hijos, sirviéndose de ellos como animales de cobaya para poner en práctica todos sus proyectos de ingeniería social.
Desprecio a los políticos que no impidieron el exilio económico de nuestros mejores talentos, y que en cambio colman de atenciones, de dinero y de normas protectoras a los extranjeros que entraron ilegalmente en España .
Desprecio a los que mancillan a diario la memoria de las mil víctimas mortales de ETA excarcelando a sus verdugos y otorgándoles toda clase de beneficios penitenciarios.
Desprecio a esos militares que antepusieron sus intereses particulares al porvenir de la nación.
Desprecio a los representantes de esa casta política que nos ha arruinado y vaciado de miras trascendentes. Desprecio a esos hombres y mujeres que han puesto la cultura al servicio de la legitimación del sistema que ampara a esa casta dirigente.
Desprecio a esos lacayos de Bruselas que han avalado estos 37 años de ingeniería social, de lobotomización cultural, de hediondez política, de basura moral. Desprecio a los que nos han impuesto un pensamiento único y un maniqueismo socialmente indiscutido.
Desprecio a esa guadaña nacionalista que canjea su adhesión a España por una transferencia, un pacto fiscal o una socaliña presupuestaria. Desprecio el victimismo de esos nacionalistas. Desprecio a esos responsables televisivos que ofrecían hoy más trozos de carnaza bretoniana (‘caso José Bretón’) con tal de que no se hable del descuartizamiento de la nación española puesta oficialmente en marcha.
Desprecio a los que expoliaron demográficamente las tierras del interior de España para dotar a la industria catalana de una mano de obra dócil y barata. Desprecio a los hijos de esa mano de obra que hoy se manifiestan codo con codo con los expoliadores de sus padres y abuelos.
Desprecio a los que dedican nuestro dinero a subvencionar a vagos y maleantes.
Desprecio al jefe del Estado que ha hecho dejación de su función primordial de mantener unida a la nación y permitiendo que lo que queda en el almacén del estado unitario sea un simple retal. Desprecio a los que nos han impuesto sus dogmas, sus anatemas, sus preferencias culturales, sus clichés ideológicos, sus recetas políticas; a los que nos lanzan a diario sus bombas de distracción y manipulación masivas.
Desprecio que se me pida comprensión con los que venden ilegalmente en nuestras calles; con los que nos devuelven la hospitalidad recibida con mil y un delitos, desde robos con violencia a ventas de drogas. Desprecio a los que me piden respetar a quienes hacen mofa y befa de todos los que pensamos de forma diferente.
Pero sobre todo, desprecio a los que quieren negarme ese derecho, acaso el único que aún no han podido arrebatarme.
 articulo de Armando Robles Yo desprecio (alerta digital)

1 comentario:

  1. eso , eso , que los charnegos que no se hayan integrado , maleta de madera y pal pueblo de vuelta jeje

    s2 cordiales

    ResponderEliminar

Muchas gracias por tus comentarios.