jueves, 12 de enero de 2012

Los Musulmanes amenazan e imponen sus derechos en España

Dice alerta digital que en Cataluña  los nombres árabes proliferan cada vez más en la región y ganan terreno a los de origen español. Incluso en algunas zonas ya los superan. Es el caso sin ir más lejos de la comarca del Bajo Ampurdán (Gerona), donde el año pasado el nombre número uno fue Mohamed. Nombres autóctonos como Ramón, María o Jordi están sufriendo un fuerte retroceso, pese a que muchos inmigrantes del resto de España adoptaron éste último para reafirmar su catalanidad. En la localidad gerundense de Salt, por ejemplo, el número de niños con el nombre de Alá y Mohamed es tres veces superior al de niños con nombres autóctonos españoles. Después de leer esta noticia me he puesto a investigar y he llegado a la conclusión de que en España hay mas marroquíes que en Marruecos y tal vez nos pasen desapercibidos, pero creo que de verdad estan influenciando en nuestra forma de vida, fijense si es importante este núcleo de personas que la primera visita del flamante presidente Sr Rajoy es a Marruecos, no se que tanto le debemos o le tememos, pero ya que va,  podia tratar con Mohamed VI la devolución de algunos o mejor pensado casi todos los súbditos que tiene aqui por que esto se esta poniendo feo, todos saben y conocen sus derechos, pero ninguno conoce la obligacion de cooperar con el pais que les acoge, aprender su idioma y cumplir sus normas, poco a poco ellos van saliéndose con la suya, gozan de mejores condiciones sociales que los propios Españoles, pero no es suficiente quieren mas y mas, ahora estan peleando entre otras cosas para que la iglesia catolica devuelva el patrimonio musulman, refiriéndose de momento a la catedral de Córdoba, supongo que luego seguirán pidiendo, la alhambra, etc etc.

Como dice el articulo de, Arturo Perez Reverte, sin que saberlo tenga mérito alguno, cómo acabará la polémica sobre el uso islámico de la catedral de Córdoba. Estando como estamos en España, y por muchas pegas que se pongan al asunto, todo será, tarde o temprano, como suele. Aquí es cosa de tener paciencia y dar la murga. Por eso apuesto una primera edición de El Guerrero del Antifaz a que, en día no lejano, veremos a musulmanes orando en la antigua mezquita árabe. Tan seguro como que me quedé sin abuela. Estamos aquí, señoras y caballeros. En la España pluricultural y polimorfa marca ACME. Donde todo disparate y estupidez tienen su asiento.
A ver si me explico. Si yo fuera musulmán -cosa imposible, porque me gustan el vino, los escotes de señora, el jamón de pata negra y blasfemar cuando me cabreo- pediría eso y más. Como acaba de hacer, por ejemplo, la federación de asociaciones islámicas, exigiendo que la Iglesia católica devuelva el patrimonio musulmán; o los descendientes de moriscos -échenle huevos y háganme un censo-, obtener la nacionalidad española. En un mahometano que se tome a sí mismo en serio, o le convenga parecer que se toma, todo eso sería normal, pues los deseos son libres. El problema no está en los que piden, que están en su derecho, sino en los que dan. O en la manera de dar. O en la manera cobarde, acomplejada, en la que cualquiera que tenga algo público que sostener en España se muestra siempre dispuesto a dar, o a regalar, con tal de que no le pongan la temida etiqueta maléfica: reaccionario, conservador o antiguo. En un país tan gilipollas que hasta los niños de las escuelas tendrán una asignatura que los adiestre para el talante y la negociación, donde en boca del presidente del Gobierno un terrorista asesino que desea salir del talego es un hombre de paz, donde hasta un tertuliano de radio puede decir, sin que nadie entre sus colegas lo llame imbécil, que a los españoles les sobra testosterona y ya va siendo hora de reivindicar la cobardía, lo absurdo sería no ponerse a la cola y pedir por esa boca pecadora. Faltaría más. La mezquita de Córdoba, o el acueducto de Segovia por parte del alcalde de Roma. Y si cuela, cuela.
No voy a ser tan idiota como para pretender explicar lo obvio: las iglesias tardorromanas o visigodas anteriores a las mezquitas árabes, los ocho siglos de afirmación nacional, etcétera. Sólo argumentarlo es dar cuartel a quienes utilizan nuestra bobería como arma. Lo que quiero destacar es el hecho invariable del método. En España, basta que alguien plantee una estupidez de grueso calibre, sea la que sea, para que, en vez de soltar una carcajada y pasar a otra cosa, siempre haya gente que entre al trapo, debatiéndola con mucha seriedad constructiva, con el concurso natural de los malintencionados y de los tontos. En eso vamos a peor. Hasta hace poco sólo soportábamos a los paletos de campanario de pueblo empeñados en reducir el mundo al tamaño del rabito de su boina. Pero en vista del éxito, todo cristo acude ahora a mojar en la salsa. A qué pasar hambre, si es de noche y hay higueras.
Por eso digo que acabarán orando en Córdoba. Tienen fe, poseen el rencor histórico y social adecuado, y han tomado el pulso a nuestra estupidez y nuestra cobardía. Tampoco merece conservar catedrales quien no sabe defenderlas: no por motivos religiosos -dudoso argumento de tanto notable chupacirios-, sino porque esas catedrales construidas sobre mezquitas o sinagogas, que a su vez lo fueron sobre iglesias visigodas asentadas sobre templos romanos o lugares sagrados celtas, son libros de piedra, memoria viva de lo que algunos todavía llamamos cultura occidental. Un Occidente mestizo, por supuesto, como siempre lo fue; pero con cada uno en su sitio y las cosas claras. Como ya escribí alguna vez, hicieron falta nueve mil años de memoria documentada desde Homero, dos siglos transcurridos desde la Revolución francesa llenos de sufrimiento y barricadas, y unos cuantos obispos llevados a la guillotina o al paredón, para que una mujer goce hoy en Europa de los mismos derechos y obligaciones que cualquier hombre. O para que yo mismo tenga derecho -lo ejerza o no- a escribir «me cago en Dios» sin que me metan en la cárcel, me persigan o me asesinen por blasfemo. Quien olvida eso y se la deja endiñar en nombre del qué dirán y el buen rollito, merece que le recen en Córdoba o lo pongan mirando a La Meca. Y que cuando su legítima pase con falda corta frente a la mezquita-catedral, símbolo de la multicultura, del todos somos iguales y del diálogo de civilizaciones, otra vez la llamen puta.
Un saludo. 

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