viernes, 23 de diciembre de 2011

La Navidad nos saca el niño que llevamos dentro.

El 25 de diciembre (solsticio de invierno en el hemisferio norte) se festeja la Navidad en toda la cristiandad (excepto en la iglesia ortodoxa). La Navidad, es el nacimiento de Cristo. Veamos porque y desde cuando se festeja el nacimiento de Jesús en el 25 de diciembre.
Es difícil precisar cuando comenzó a celebrarse la Navidad tal cual hoy la conocemos. Lo cierto es que las costumbres, mitos y leyendas que se le fueron sumando a lo largo de los siglos provienen de muchos países diferentes.
Tampoco se conoce el día exacto del nacimiento de Jesús, aunque se sabe que fue durante el reinado de Herodes. A mediados del siglo IV, el Papa Julio I estableció la fecha del 25 de diciembre, día próximo a muchas fiestas del solsticio de invierno que se celebran en la antigüedad.
Actualmente, la Navidad es una fiesta más profana que religiosa. Es tiempo de gran actividad comercial e intercambio de regalos, reuniones y comidas familiares. En Occidente se celebra la Misa del gallo en iglesias y catedrales. En los países de América Latina, de arraigada tradición católica, se celebra especialmente la Nochebuena (24 de diciembre) con una cena familiar para la que se elaboran una diversidad de platos, postres y bebidas tradicionales. También se acostumbra asistir a la Misa del gallo y celebrar con cohetes y fuegos artificiales. En México, por ejemplo la Nochebuena constituye la culminación de una celebración que dura nueve días a la que se llama "las posadas". Éstas empiezan el 16 de diciembre y conmemoran el viaje de María y José en su búsqueda de alojamiento antes del nacimiento de Jesús.
La aparición de Papá Noel también llamado Santa Claus, Sinterklaas o Pere Noel, según el país- así como la tradición del árbol navideño o la representación del pesebre, son costumbres que provienen tanto de la leyenda como de la realidad.

La figura de Papá Noel, por ejemplo, esta inspirada en la vida del obispo de Mira - en la actual Turquía- conocido hoy como San Nicolás, que fue muy popular por su bondad y generosidad con los pobres.
La tradicion del arbol de Navidad adornado con guirnaldas de colores viene de la tradiccion Germana, cuando en invierno los árboles perdían sus hojas, los germanos los vestían para que los espíritus buenos que en ellos habitaban regresaran pronto. Los adornos más comunes eran manzanas o piedra pintadas, eso fue el origen de los adornos, las bolas de cristal se incorporan alrededor de 1750 en Bohemia.
Buena parte de la tradición del árbol de Navidad, en cambio, tuvo su origen en una leyenda europea: se dice que durante una fría noche de invierno, un niño busco refugio en la casa de un leñador y su esposa, que lo recibieron y le dieron de comer. Durante la noche el niño se convirtió en un ángel vestido de oro: era el niño Dios. Para recompensar la bondad de los ancianos, tomo una rama de un pino y les dijo que la sembraran, prometiéndoles que cada año daría frutos. Y así fue: aquel árbol dio manzanas de oro y nueces de plata. Fue San Francisco de Asis quien populariza la costumbre de armar un pesebre. En su viaje a Belén, en el año 1220, quedo asombrado por la manera como se celebraba allí la Navidad. Entonces, cuando regreso a Italia le pidió autorización al Papa Honorio III para representar el nacimiento de Jesús con un pesebre viviente. A partir de ese momento, la tradición se extendió por Europa y luego por el resto del mundo. Hoy Papá Noel, el arbolito y el pesebre son los símbolos universales de la Navidad. Tan universales como la costumbre de desearles a todos y en todas partes, felices fiestas.
Y FELICES FIESTAS quiero dedicaros con todo mi corazon que los nsueños se os cumplan en toda su totalidad,me despido con un cuento de Navidad es el mejor regalo que se me ocurre, un guiño a ese tiempo tan tierno que no se olvida, nuestra niñez, saquemos el niño que llevamos dentro y dejemos envolver con la magia del relato. FELICIDAD PARA TODOS. Un saludo.

EL AGUINALDO 
Esto eran unos niños muy muy pobres que en la víspera del día de Reyes iban caminando por un monte y, como era invierno, en seguida se hizo de noche, pero los pobrecitos seguían andando.
Entonces se encontraron con una señora que les dijo:
-¿Adónde vais tan de noche, que está helando?¿No os dais cuenta de que os vais a morir de frío?
Y los niños le contestaron:
-Vamos a esperar a los Reyes, a ver si nos dan aguinaldo.
Y la señora del bosque, que era muy hermosa, les dijo:
-Y ¿qué necesidad teníais de alejaros tanto de vuestra casa? Para esperar a los Reyes sólo habéis de poner vuestros zapatitos en el balcón y después acostaros tranquilamente en vuestras camitas.
A lo que los niños contestaron:
-Es que nosotros no tenemos zapatos, y en nuestra casa no hay balcón, y no tenemos camita sino un montón de paja... Además el año pasado pusimos nuestras alpargatas en la ventana, pero se ve que los Reyes no las vieron porque no nos dejaron nada.
Así que la señora del bosque se sentó en un tronco que había en el suelo y miró a los pequeños, que la contemplaban ateridos sin saber qué hacer; y ella les preguntó que si querían llevar una carta a un palacio y los niños le dijeron que sí que se la llevarían; entonces ella buscó en una bolsa que llevaba colgada de la cintura y sacó un gran sobre sellado que contenía la carta.
-Pues ésta es la carta -dijo, y se la dio.
Luego les explicó cómo tenían que hacer para encontrar el palacio y que el camino era peligroso porque tendrían que pasar ríos que estaban encantados y atravesar bosques que estaban llenos de fieras.
-Los ríos los pasaréis poniéndoos de pie en la carta y la misma carta os llevará a la otra orilla; y para  atravesar los bosques, tomad todos estos pedazos de carne que os doy y, cuando os encontréis con alguna fiera, echadle un pedazo, que os dejará pasar. Y en la puerta del palacio encontraréis una culebra, pero no tengáis miedo: echadle este panecillo que os doy y no os hará nada.
Y los pobrecitos cogieron la carta, la carne y el pan y se despidieron de la señora del bosque.
Conque siguieron su camino y, al poco rato, llegaron a un río de leche, después a un río de miel, después a un río de vino, después a un río de aceite y después a un río de vinagre. Todos los ríos eran muy anchos y ellos eran tan pequeños que les dio miedo no poder cruzarlos, pero hicieron como ella les dijo: echaron la carta al río, se subieron encima de ella y la carta les condujo siempre a la otra orilla.
Cuando terminaron de cruzar los ríos empezaron a encontrar bosques y bosques, a cual más frondoso y oscuro, donde les salían fieras que parecía que los iban a devorar. Unas veces eran lobos, otras tigres, otras leones, todos prestos a devorarlos, pero en cuanto les echaban uno de los pedazos de carne que la señora del bosque les había dado, las fieras los cogían con sus bocas y desaparecían en lo hondo del bosque, dejándolos continuar su camino. Hasta que por fin, cuando ya había caído la noche, vieron a lo lejos el palacio y corrieron hacia él. Pero delante del palacio había una enorme culebra negra que, apenas los vio, se levantó sobre su cola amenazando con comérselos vivos con su inmensa boca; pero los niños le echaron el panecillo y la culebra no les hizo nada y los dejó pasar. Entraron los niños en el palacio y en seguida salió a recibirlos un criado negro, vestido de colorado y de verde, con muchos cascabeles que sonaban al andar; entonces los niños le entregaron la carta y el criado negro, al verla, empezó a dar saltos de alegría y fue a llevársela en una bandeja de plata a su señor.
El señor era un príncipe que estaba encantado en aquel palacio y en cuanto cogió la carta se desencantó; así es que ordenó a su criado que le trajera inmediatamente a los niños y les dijo:
-Yo soy un príncipe que estaba encantado y vuestra carta me ha librado del encantamiento, así que venid conmigo.
Y los llevó a una gran sala donde había quesos de todas clases, y requesón, y jamón en dulce, y miles de golosinas más, para que comieran todo lo que quisieran. Después los llevó a otra sala y en ésta había huevo hilado, yemas de coco, peladillas, pasteles de muchas clases y miles de confituras más, para que comieran lo que quisieran. Y después los llevó a otra sala donde había caballos de cartón, escopetas, sables, aros, muñecas, tambores y miles de juguetes más, para que cogieran los que quisieran. Y después de todo eso, y de besarlos y abrazarlos, les dijo:
-¿Veis este palacio y estos jardines y estos coches con sus caballos? Pues todo es para vosotros porque éste es vuestro aguinaldo de Reyes. Y ahora vamos en uno de estos coches a buscar a vuestros padres para que se vengan a vivir con nosotros.
Los criados engancharon un lujoso coche y se fue el príncipe con los niños a buscar a sus padres. Y ya todo el camino era una carretera muy ancha y muy bien cuidada y los ríos y los bosques y las fieras habían desaparecido. Y luego volvieron todos muy contentos al palacio y vivieron muy felices.
¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!

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